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Parque Nacional de Cabañeros

Parque Nacional de Cabañeros El Parque Nacional de Cabañeros es uno de los ejemplos mejor conservados del genuino paisaje de bosque y matorral mediterráneos. Está situado en los Montes de Toledo, a caballo entre las provincias de Toledo y Ciudad Real, la 'sabana' manchega, y abarca un total de 40.000 hectáreas.

Se pueden realizar para conocerlo tres rutas diferentes en vehículos todoterreno para explorar los variados ecosistemas de Cabañeros: dehesa, bosque y monte.

La mano del hombre es la responsable del surgimiento de una de las zonas que caracterizan el paisaje del Parque: la raña, una gran llanura derivada del aclarado del bosque, poblada por jaras, brezos y madroños, arbolado más o menos disperso y extensos pastizales, que contrasta, en su relativa desnudez, con el otro escenario vegetal de Cabañeros, el vinculado a los montes y sus bosques. Más de seis mil ciervos, 120 parejas de buitres negros, colonias de cigüeñas y abundantes manadas de corzos son los principales habitantes de este singular espacio protegido.
Hace un siglo, el más grande de los carroñeros de Europa —alcanza casi los tres metros de envergadura y puede llegar a pesar trece kilogramos— habitaba en la mayor parte de los países mediterráneos, pero desde entonces ha sufrido una drástica reducción de sus efectivos. Su nido es de los más formidables que construyen las aves ibéricas; con el uso repetido año tras año acaba convirtiéndose en una enorme estructura de ramas de hasta dos metros de altura por otros tantos de diámetro. Oscura y poderosa, la silueta del buitre negro simboliza Cabañeros como ninguna otra.

También anidan en el Parque el águila imperial, cigüeña blanca, cigüeña negra, águila real, calzada y culebrera, aguilucho cenizo, avutarda y sisón. Otros pobladores son el jabalí, corzo, nutria y meloncillo. En total, doscientas treinta especies de vertebrados, un millar de especies de plantas (26 de ellas, endémicas) y un número indeterminado de insectos. Pero el milagro más extraordinario de Cabañeros ha sido esquivar sus posibilidades de convertirse en campo de tiro para pasar a engrosar la Red Estatal de Parques Nacionales, en la que, hasta 1995, no existía un espacio que representase el monte mediterráneo, nuestro ecosistema por excelencia

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